Hace 8 años.
martes, 17 de agosto de 2010
SEAMOS LIBRES
Un diecisiete de agosto, pero de hace ya unos ciento sesenta años, fallecía nuestro Libertador, uno de los máximos héroes que ha tenido nuestra patria y también la latinoamericana. Con su ilustre espada, con su férrea convicción, con su espíritu inquebrantable, tomó la bandera de la liberación, de la independencia, y de la libertad.
Muchas veces cuando se habla sobre José de San Martín toma mayor relevancia su vida en Europa. Se encuentra esa visión eurocentrista, en la que vino alguien de afuera a liberarnos, que vino con la pureza europea a sacarnos de la barbarie latinoamericana donde nos encontrábamos. Esa es la historia oficial con la que buscan educar a los pueblos oprimidos. Buscan que nosotros no nos sintamos representados por nuestros héroes. Buscan que San Martín sea alguien muy lejano y en un nivel muy superior al de todos para que precisamente no podamos reivindicar esa patria con la que nuestro libertador soñó.
No cuentan por ejemplo que San Martín hablaba guaraní. No cuentan nada acerca de cómo trataba de compañeros a los soldados patriotas y de cómo no tenia ningún miedo de tener que quedarse totalmente desnudo en el campo de batalla mientras luchaba por la libertad. Si tenia que morir lo haría luchando con coraje y al lado de sus compañeros. Tampoco cuentan muy seguido a quien dejo su sable antes de morir. No cuentan que fue Rosas quien recibió ese honor. Porque si se contara, en este país nos deberíamos replantear muchas cosas. Muchos capítulos de la historia oficial deberían ser revisados, y criticados no solo por una mínima fracción de historiadores revisionistas sino por todos nosotros, por esta juventud que tiene que volver a ser ese motor de cambio que supo ser.
quizá sea hora de que lo hagamos porque es nuestro país el que sigue siendo saqueado. Es escandaloso que un país tan rico siga expulsando gente hacia la pobreza ocultándolas a través de un índice ficticio de la inflación, que se siga acatando sin resistencia el embate del sistema financiero internacional entregando las reservas de todos los argentinos a los fondos buitres que tanto daño hicieron al país con sus negociados en los noventa, que siga sin promover una reconversión industrial productiva como la que se logró en el periodo de posguerra en nuestro país, que nos envenenen los campos con glifosato, que desaparezcan montañas con cianuro, que se siga pactando con la burocracia sindical y no se abra el juego a la libertad gremial y su democratización, o que se siga sin la convicción de que es nuestro pueblo quien tiene que organizarse en pos de lograr un cambio en las bases de nuestra patria y no que sean los partidos tradicionales los que a través de su práctica clientelar siguen manejando la voluntad de los oprimidos. San Martín no soñó esta patria. Pero el hecho mismo de replantear estas cosas, en este momento, en esta oportunidad histórica que tenemos las fuerzas populares de acabar con la vieja política, esos que vendieron al país y que lo siguen haciendo, nos permitirá plantar la bandera por nuestra segunda y definitiva independencia y empezar la flamearla en todo el país.
Y con el replanteo de estas cosas nos ponemos a pensar en un país con su universidad al servicio del pueblo, siendo los ingenieros quienes trabajen en las miles de fábricas que se abrirían si se tomará la decisión política de empezar a producir en Argentina lo que compramos en China, siendo los médicos quienes atiendan las necesidades en los hospitales públicos y no en sus clínicas privadas, siendo los científicos sociales los que se pregunten las problemáticas por las que están pasando quienes viven en los barrios mas humildes del conurbano y no filosofando en sus mundos de fantasía, todos y todas trabajando por un país mejor donde mas se necesite.
Podemos ser realistas y hacer lo imposible. Podemos crear el país que San Martín soñó tantas veces durante el heroico cruce de los Andes. Solo hace falta empezar a andar, a embarrarse, a mirar de forma crítica la realidad que nos venden y por sobre todo, nunca perder esa alegría que es lo único que no nos han podido quitar a los jóvenes del pueblo.
Seamos libres, que lo demás no importa nada.
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